sábado, 23 de abril de 2016

La elección de plaza

Y esta es la temida elección.
Ya está. 

Ayer, día 22/04/2016, fui convocada por el Ministerio de Sanidad para la adjudicación de mi plaza MIR. Para los que no lo sepáis, la elección empezó el miércoles día 20, y terminará el 4 de mayo. Se cita a los aspirantes en dos turnos (350 por la mañana a las 8:45h y 350 por la tarde a las 15h), por estricto número de orden.
Llegué a Madrid la noche anterior. Aunque actualmente se permite solicitar plaza por vía telemática, la verdad es que pocos son los que se fían de ese sistema complementario. La mayoría acudimos presencialmente al Ministerio (algo que odio, porque el número definitivo no se publica hasta un mes antes de la elección, por lo que AVE/avión o cualquier medio de transporte te sale inconmensurablemente caro). Tal cual llegué a la ciudad caí muerta en la habitación donde me alojé. Mi familia me acompañó en el viaje, y no se lo puedo agradecer más.

Los días anteriores todos los aspirantes habíamos seguido la #retransMIRsión por Twitter a la vez que refrescábamos compulsivamente la página del Ministerio para comprobar las plazas adjudicadas. Tachar, tachar y tachar. No era de las primeras en mi turno pero por suerte tampoco de las últimas. Os digo que hubiera preferido mil veces irme al siguiente turno y elegir de las primeras que quedarme hasta el final.

A las 7 de la mañana se me abrieron los ojos como platos y ya no pude dormir más, aunque el despertador no había sonado todavía. Cuando salí a la calle tuve que tranquilizar a mi madre, que estaba más histérica que yo aunque intentara disimular. Llegamos al Ministerio, donde ya sabía que no se entraba por la puerta principal sino por la lateral, y allí nos encontramos al gentío. Pensaba que iba a ser de las primeras locas en plantarse allí pero estaba muy equivocada. Tocaba esperar. Al poco rato llegó una compañera de clase que elegía 20 puestos antes que yo y ya no nos separamos. Si tenéis la suerte de poder entrar con alguien, os recomiendo hacerlo.
Fueron puntuales. Entramos en el edificio tras separarnos de nuestros amigos, parejas y familia, como un rebaño de corderos. La gente empujaba para entrar (¿pá qué, si luego te colocan por número?), y luego para recolocarse (una vez dentro una mujer empieza a contarte cómo se va a entrar en la sala donde se procede a la elección, los números pares por un mostrador y los impares por otro). Llamaron a toda velocidad por nombre y apellidos, de 50 en 50. Mi compañera y yo nos separamos momentáneamente. Me acojoné porque hasta que no dijesen mi nombre no sabría si se habían equivocado (¿y si no estoy en esa lista?), pero ese miedo estúpido y sin fundamento desapareció pronto. Nos reencontramos en el pasillo, una vez ya hube enseñado mi DNI y me hubieron entregado mi credencial y mi pegatina. Pasamos el control de seguridad y ya estuvimos dentro de la sala.

Empecé a notar los nervios. Me dieron un pack de hojas recicladas con todas las plazas que quedaban. Me pareció totalmente inútil porque estaba ordenado por comunidades en vez de por especialidades, de modo que te encontrabas con cada hospital uno por uno y las plazas que le quedaban de cada cosa. Pero como llevaba mi lista bien agarrada, no me preocupé.
La mujer encargada de cantar los nombres apareció de nuevo junto a otros funcionarios que ocuparon cada uno su lugar en los ordenadores. Nos informó que entraríamos todos por la izquierda del estrado, que pasaríamos por los ordenadores de comprobación de plazas (por si quisiéramos asegurar que siguiera estando ahí), y posteriormente por los dos ordenadores de adjudicación. Ella diría en voz alta tu nombre, especialidad y hospital por ese orden, y tú le darías al "enter". Adjudicada.

En ese momento sí que sentí miedo. Llamaban de 10 en 10 al estrado, y cuando llevaban siete adjudicados ya nombraban a la siguiente decena de aspirantes. Escuché a la mujer decir especialidades que no quería, lo que me daba unos segundos de aire. Luego decía MI ESPECIALIDAD, y me obligaba a contener el aliento hasta saber que el hospital no era el que deseaba. Para mí fue el peor momento. Peor que el MIR, peor que estudiar, peor que ir refrescando la página los días anteriores. Aunque no peor que introducir los resultados del MIR en las academias. Vi a gente perder opciones con rabia, con angustia. A veces incluso las últimas. Así como los últimos días iba comentando la jugada por el grupo de Whatsapp, en aquel momento no podía hacer otra cosa que abrazar mi lista y el bolígrafo que me acompañaban. Muy fuerte. Apenas si leía los mensajes de ánimo de mis amigos.
Y por fin dijeron mi nombre. Me levanté rápido, con ganas de salir de allí, de terminar de una vez. No comprobé nada, sabía que la plaza seguía libre. Fui directamente a la adjudicación y no les enseñé mi credencial de los nervios, tuvieron que mirar los papeles que sujetaba como si me fuera la vida en ellos. Por suerte saben la angustia por la que estás pasando y te sientes comprendido. Dije la especialidad sin titubear. Me trabé con el hospital, pero al final lo solté. Y la provincia. Escuché como la funcionaria lo repetía en voz alta, maravillada. Casi me olvido de darle al enter.

Y entonces eres feliz.

Quieres abrazar, sonreír, llorar, felicitar a todo el mundo. De hecho lo hice con un chico que no conocía de nada pero iba detrás cuando nos encontramos en la siguiente sala, donde te imprimen tu adjudicación. Tenía una sonrisa enorme dibujada en la cara. Salí por la puerta principal, donde esperaba encontrarme a mis padres. Pero había más gente: mis compañeros y amigos, gritando mi nombre, felicitándome. 

Había merecido la pena. Todo.

2 comentarios:

  1. Enhorabuena! El esfuerzo tiene su recompensa!
    Que sepas que me has dejado con toda la intriga de qué cogiste!

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    1. ¡Muchas gracias!
      Mantendré esa intriga por el momento, pero seguramente la especialidad acabará apareciendo por el blog, tarde o temprano!

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